2 jun 2014

Enredadas#Chicago

La Puya, bajo ataque militar y oligarca.

Hermano dame tu mano vamos juntos a buscar
Una cosa pequeñita que se llama libertad
Esta es la hora primera este es el justo lugar
Abre la puerta que afuera la tierra no aguanta más.
–Hermano dame tu mano. Mercedes Sosa.

El título de este artículo da para colocarlo entre signos de admiración, algo así como diciendo, ¡despierten! ¡Es la hora! Como preguntando, ¿Qué esperan? La urgencia era para ayer, ayer de hace siglos, décadas, meses. Pero también ayer de hace horas, cuando el Gobierno de genocidas, narcotraficantes y desfalcadores envió a cuanto efectivo policial pudo para arremeter contra la comunidad de San José del Golfo que, defiende pacíficamente el territorio donde los aviesos de siempre con toda su mala leche desean despedazar las entrañas de la Madre Tierra y venderla en míseros pedazos de oro. En una Mina que nombraron El Tambor.

Lo cruel, agrio y mustio es que los capitalinos guatemaltecos ni se mosquean. Ven que el agua les está llegando al cuello y pretenden que con saber flotar se van a salvar. Eso quienes se percatan, la mayoría ni idea tiene que lo que se avecina es un maremoto, ahí vale pura estaca saber nadar los cuatro estilos, porque contra la fuerza de la naturaleza ningún ser humano tiene amparo. Pero contra la represión genocida tampoco, si la dejamos pasar a nuestra casa y encima le abrimos puertas abiertas. Para ser enemigo del Gobierno militar, solo hay que tener conciencia, memoria histórica, sed de justicia e identidad. Resumido y explicado con plasticina: hay que tener valor.
Es lo que sucedió con la comunidad de La Puya, que con todo el derecho que les da trabajar la tierra y respetarla, la están defendiendo pacíficamente, como acción represora el Gobierno de ladrones, los atacó con gases lacrimógenos, y cuanta violencia policial se desparramó entre los agentes que siendo pueblo llano también hirieron y sometieron a hermanos que defendían la salud de todo un país. Porque el agua es vida, porque la tierra no se vende.
Mujeres vestidas con uniforme policial agredían a otras que pacíficamente se oponían a la invasión estadounidense y oligarca. Déspotas rastreros, obedientes a la voz capitalista, avaros y amañados por el dólar que les compra la dignidad y los mantiene amaestrados con cosas tan mínimas: lujo, comodidades, contactos, reconocimientos, costales de dinero sucio.
Pero aquí los vende patria no son solo los que dirigen las huestes genocidas, también lo somos como sociedad pasmada que prefiere ir a ver las alfombras de Semana Santa y enloquecer con juegos de fútbol extranjero, conciertos en paseo Cayalux, que ver lo que es obvio e indignante. Ojos que no ven, corazón que no siente, dirán los ananados.
Y está la plebe que se malmata en los estadios nacionales por ver juegos de fútbol previamente arreglados entre los dueños de los equipos, ese espectáculo podrido que nada tiene que ver con el deporte. Pero circo pide el pueblo, hay que darle triple función para que se empache y se drogue y se mantenga en un estado perenne de imbecilidad.
Para imbecilidades está el ejército de torolecos que los fines de semana por las mañanas se dan tres golpes de pecho en las iglesias y por las noches lo avaro, mediocre y traidor les sale por los poros.
Están estos miles de amaestrados con sus camisas blancas que desfilan en marchas “ pro familia” y “ pro vida” ahí se mira desde mustias hasta violadores, todos disfrazados en pulcritud, doble moral, en lamentos de adoración a un dios que les promete la vida eterna a cambio de no despertar ante la injusticia social. Y aplauden a ministros asesinos y a sotanudos opresores. Celebran la hipocresía y la infamia. ¡Todo en nombre del Señor! Porque no es señora, es señor. ¿Y qué tal si de existir resulta ser cara y escudo?
Pero como vamos por partes, ni hablar de los movimientos revolucionarios – que dicen- que solo jalan agua para sus molinos y se han olvidado que el pueblo existe, el llano y raso que se levanta en lucha con su única arma: la propia vida. De La Puya se ha escrito mucho, el papel aguanta con todo, de ahí se han realizo encuentros internacionales, ponencias, de esas reuniones entre cabezones que se hacen autodenominan revolucionarios en las que abunda el licor fino y las niñas que llaman putas que no son más que esclavas sexuales de bandas de trata de personas. Están quienes se han beneficiado de estas luchas campesinas, como ha sucedido desde siempre.
Y también están los revolucionarios de verdad, quienes ya han sido probados por fuego, estos no se dan a notar porque no les interesa la foto pública, ni los aplausos, pero están ahí poniendo el pecho, son pocos pero existen.
En Guatemala las redes sociales, éstas que andan en Internet no tienen el nivel de convocatoria como en otros países y no hablo de los desarrollados, hablo de los países que se atreven a respirar a pesar de estar en una fosa clandestina. Porque la redes sociales están en manos de la clase media –come mierda- que las utiliza para lucir sus zapatos nuevos, el plato de comida en restaurante caro, las fotografías de las últimas vacaciones en el extranjero y las rupturas amorosas y posteriormente reconciliaciones. Resumiendo: no están en nada.
También están lo que para quedar bien y fingir ser consecuentes colocan por ahí de vez en cuando alguna noticia de impacto social, algún aviso de reunión comunitaria, pero que a la hora de hacer acto de presencia y poner el pecho se esconden debajo de la cama de su casa o se van de parranda con los amigos. Y no se logran localizar al a hora de rajar ocote porque: es que mi celular se quedó sin baterías, fui pero no encontré la dirección, no me dieron permiso en el trabajo, tenía examen en la universidad, un tráfico horrible, mi hijo se enfermó, se murió un familiar. Familiares a los que matan y reviven en cada ocasión en que la conciencia social les exige ir a dar la cara. Si para aguacates y mediocres, los guatemaltecos somos la mera tos.
Cuando toda esta humazón se desvanece quedan entonces los pocos que sin redes sociales en su mayoría, sin educación superior, sin trajes finos, sin zapatos de tacón, defienden con el pecho el pedacito de tierra que les da la vida y las ilusiones. Luchan en soledad porque todo un país prefiere el silencio y aparentar. Es culpa de todos que nos estén saqueando lo poco que nos queda. Es culpa de todos que dejemos las puertas abiertas a los ladrones que tienen el poder en las manos. Es culpa de todos por mediocres, moralistas, hipócritas, acomodados, desleales. De todos, salvo de las excepciones que siempre son las que nos llenan de dignidad, esperanza y sed de justicia. La pocas excepciones que nos invitan a continuar en la ardua lucha de una sociedad equitativa, consciente y sobre todo justa.
Ayer las excepciones fueron los hombres, mujeres y niños de la comunidad de La Puya, que fueron golpeados y heridos por la desleal Policía Nacional Civil que en lugar de defender al pueblo lo arremete. Seamos pues simples y zánganos espectadores de la milicia genocida que cada día nos cerca más y más, para cuando intentemos reaccionar y peguemos cabezazos y manotazos buscando oxigeno, su espectro se reirá de nosotros y nos dirá: para cuando todavía existía ustedes dejaron que vendieran la tierra, la extrajeran y que hicieran de su verde llano un sitio infecundo. No hay agua en los ríos, ahora tráguense sus lágrimas y traten de sobrevivir con ellas.
Como sucede día a día en Guatemala, el tema de mañana ya no será La Puya, como lo fue en su momento el incendio en La Terminal, y otros tantos ataques de este Gobierno de genocidas y opresores. Pero como siempre día a día los cachurecos dirán en su doble moral: que Dios los cuide estamos orando por ustedes, hermanos. Mientras se rascan la panza en sus casas o se gastan las ganas en un auto hotel. Y los que ni a cachurecos llegan, pasarán de madrugada para amanecer como siempre: de come mierdas.
¿Y usted, anda silbando en la loma o es de los que se indignan? Bueno, ¿de los que se indignan y ahí nomás o de los que se indignan y actúan?
Si es de los que actúan pues: métale a la marcha, métale al tambor, métale que traigo un pueblo en mi voz, métale a la marcha, métale al tambor, métale que traigo un pueblo en mi voz.

En algún lugar escuché algo que parece que ya se olvidó: ¡el pueblo unido jamás será vencido! Es cierto, es canción vieja, ahora mejor bailemos al ritmo de batucada militar. ¡Chis la mierda!

Ilka Oliva Corado./ Mayo 24 de 2014./Estados Unidos.

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